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martes, 10 de septiembre de 2024
Agradecimiento al Lic. Esteban Dómina
Desde la Biblioteca "Miguel Cané" agradecemos, en nombre
de toda la comunidad de la Escuela Presidente Derqui, la donación que nos
realizó el Lic. Esteban Dómina, autor del libro "Santiago Derqui: el
federalismo olvidado".
En
este libro se plasma la biografía y la acción política de nuestro Patrono,
quien fuera no sólo Presidente de la Confederación Argentina entre 1860 y 1862,
sino que fue el primer Ministro de Educación (en ese entonces
"Instrucción") Pública.
Les
compartimos un resumen de lo que pueden encontrar en dicha obra:
SANTIAGO DERQUI Y EL FEDERALISMO QUE NO FUE
Santiago Derqui murió el 5 de septiembre de 1867, un presidente
poco recordado del momento fundacional de la Nación Argentina.
En
1860 le tocó suceder a Justo José de Urquiza en la presidencia de la
Confederación Argentina con sede en Paraná, capital de Entre Ríos, de la que
formaban parte las trece provincias de entonces, salvo Buenos Aires que
permanecía escindida. Cordobés de cuna, la etapa más intensa de su vida
política discurrió en los tiempos turbulentos que siguieron a la batalla de
Caseros y la ulterior sanción de la Constitución de 1853. Fiel colaborador de Urquiza,
adversario acérrimo del porteñismo duro de entonces, fue injustamente soslayado
por la crónica histórica oficial. Sin embargo, el repaso de su actuación
pública permite rescatar del olvido a la efímera Confederación, la utopía
federal que feneció en 1861.
Había llegado a la máxima poltrona tras recorrer un largo camino
desde que, en 1835, tuvo que abandonar de apuro su provincia luego de que
cayera en manos de Manuel “Quebracho” López, personero de Juan Manuel de Rosas.
Más tarde secundó al general José María Paz en la azarosa campaña del litoral,
que lo llevó sucesivamente a Corrientes,
Entre
Ríos, la Banda Oriental y otra vez a Corrientes. Durante todos esos años fue un
estrecho colaborador del famoso manco hasta que, en 1852, encontró en Urquiza
un nuevo referente.
Fue
ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del entrerriano y, el 5 de
marzo de 1860, asumió la presidencia secundado por el general Juan Esteban
Pedernera. Ansiaba pacificar el país y lograr la unión nacional, asignaturas
pendientes que se mantenían al tope de la agenda desde los tiempos de Rosas.
Además de esas cuestiones candentes, le tocaría llevar adelante una acción de
gobierno en medio de crecientes dificultades y estrechez de recursos. El
soporte político de la Confederación eran las provincias, exhaustas por las sucesivas
guerras, en tanto que la provincia de Buenos Aires gozaba de las rentas
aduaneras que no compartía con las demás, una cuestión que alimentaba la
grieta.
Su mandato
presidencial duró poco más de año y medio, hasta que, en septiembre de 1861, las
fuerzas porteñas comandadas por Bartolomé Mitre se quedaron con el triunfo en
la infausta batalla de Pavón tras el inexplicable retiro de Urquiza. Habían
transcurrido apenas dos años desde la batalla de Cepeda y las cosas parecían
haberse encaminado luego de que la derrotada Buenos Aires debió avenirse a
acatar a regañadientes la Constitución sancionada en 1853, aunque reservándose
el derecho de revisarla; pero fue una ilusión efímera; las diferencias no
tardaron en reaparecer —sobre todo la sempiterna disputa por el control de la
Aduana— y los vientos de guerra volvieron a soplar con fuerza renovada.
Aunque
en Pavón Urquiza tuvo el triunfo al alcance de la mano, quedó claro que no
estaba dispuesto a sostener sine die ese estado de secesión interna y decidió
soltarle la mano al presidente Derqui para apostar a un entendimiento directo
con Mitre y asegurarse el control de Entre Ríos, su provincia, dejando al resto
del espacio federal librado a su suerte. Durante semanas, Derqui y los jefes
provincianos trataron de persuadirlo para que revisase aquella actitud y
retomara la jefatura vacante del espacio federal, pero fue en vano. Perdido por
perdido, el todavía presidente de la tambaleante Confederación Argentina lideró
una endeble resistencia que fue aplastada a sangre y fuego por el avance
arrollador de las tropas mitristas, ensoberbecidas por el inesperado triunfo y
el desconcierto del bando adversario.
Derqui
la pasó mal tras la debacle federal; debió exilarse del país para recalar en Montevideo,
regresando más tarde a Corrientes, donde había formado familia con Modesta
García
de Cossio. Allí transcurrieron sus últimos días, con la guerra de la Triple
Alianza como telón de fondo, desprovisto de todo amparo, olvidado por sus
contemporáneos.
A la
hora de intentar un balance del momento histórico fundacional y el triste final
de la experiencia federalista más genuina, arrasada por el centralismo que
persiste hasta hoy, cabe preguntarse si en esa hora Santiago Derqui fue tan
sólo un presidente mediocre, de paso fugaz e intrascendente, un mero chivo
expiatorio de la pugna de intereses en juego, como lo suele presentar la
historiografía de sesgo unitario. O fue, acaso, un luchador incansable que
asumió estoicamente el costo de defender a capa y espada el federalismo, una
causa perdida.
Falleció en Corrientes, el 5 de septiembre de 1867, a los 58 años de edad. Sus restos descansan en un mausoleo levantado en la iglesia de la Santísima Cruz de los Milagros, en la capital correntina, donde se encuentra la urna que contiene sus restos. En Córdoba, su provincia natal, apenas una calle de unas pocas cuadras de la capital cordobesa lleva su nombre".